En la distancia

El contenido de esta reflexión hace clara alusión a lo que llevo viviendo desde que acepté, hace unos meses, la oferta de trabajo en Hungría, alejando de mi día a día a mis seres queridos.

Si bien es cierto que la distancia y el tiempo producen separación, cuando el sentimiento es profundo no desaparece, sino que madura y se adapta. Éste se fortalece segundo a segundo, avivándose con la cercanía de los reencuentros.

Cualquier buen amigo vigila a su amigo desde la distancia. Le deja errar, caerse y levantarse. En definitiva, le deja aprender de las dificultades que nos presenta la vida, pero nunca le deja solo por muy lejos que esté. Me siento acompañado y agradecido por ello.

Cuando vives lejos de alguien que necesitas a diario, cualquier recuerdo de dicha persona supone un gran pesar. Al menos así me sucede a mí. Sin embargo, la distancia no debe ser razón para llorar. Ayuda a ordenar nuestras prioridades y a clarificar porque hacemos determinados sacrificios. Realmente no importa la distancia entre las personas que se aman y se quieren, ya sean familia o amigos. El destino siempre acaba por devolvernos su compañía en el momento exacto.

Mientras trato de asimilar la distancia que me separa de mis seres queridos con la esperanza de la recompensa vital, me gustaría homenajear a las dos personas que un día supusieron mi principio y que son el faro que me orienta en todos mis viajes. Me refiero a mis padres.

Mamá “Palacios” y Papá “Vicente”, un 15 de Julio de 1978 os unisteis en matrimonio y en menos de un año nació vuestro primer hijo “David”. A los nueve meses comencé a balbucear el “papa y mama”, además de alguna otra palabra fea que decía en la zapatería desde niño… Deseo que en breve tiempo vuestro nieto Borja me las diga a mí.

Papá, quiero expresarte lo que siento. Sé que muy pocas veces te lo digo en persona. Tal vez sea porque me da corte, vergüenza, no sé… En realidad, aunque a menudo me muestre de forma diferente, soy bastante tímido. Sin embargo, en el silencio de mi mundo interior, no paro de pensar en ti y en cómo estarás.

Sé que a veces soy egoísta porque me encierro en mis cosas. Pero eso no quiere decir que no te quiera. En la mayoría de las ocasiones no sé cómo demostrarlo. Papá, quiero que sepas que TE QUIERO.

A medida que me voy haciendo mayor y voy conociendo más mundo y más personas, más te quiero y admiro. Soy quien soy gracias a ti, y valoro por encima de todo tu inmensa calidad humana. Sé cuánto sufres. También sé que a veces tienes problemas pero que mamá y tú los guardáis en silencio para no preocuparnos. Solo tus ojos dejan adivinar alguna vez las preocupaciones y penas que prefieres no exteriorizar. Recuerdo la última conversación que tuvimos, en casa, en diciembre.  A pesar de mi edad me sigues ayudando con sabias lecciones.

 

Me ayuda sentirte de carne y hueso, saber que sientes lo mismo que yo y que eres capaz de empezar de nuevo ante cualquier adversidad superando tu mejor versión. Sé que te he fallado más de una vez y sin embargo siempre estás ahí. No creas que no me doy cuenta y que no es de vital importancia para mí.

De niño, me enseñasteis a decir las palabras “Papá” y “Mamá”, y hoy las repito, consciente de su importancia, con cariño, emoción, orgullo y sobre todo amor. En pocos meses mi hijo espero que también las diga, y también espero saber educarle en los valores que Mamá y tú me habéis enseñado. Quiero que sepas que estoy muy agradecido por tantos y tantos kilómetros de esfuerzo que has hecho, por mí, en el mundo del futbol sala cuando yo todavía no tenía ni permiso de conducir. Cumplir con el sueño de ser entrenador profesional también te lo debo a ti. Eres admirado por mucha gente, no solo en el mundo del futbol sala. La vida me ha abierto puertas por ser David Madrid el hijo de Vicente Madrid. MUCHAS GRACIAS, me siento orgulloso de ti todos y cada uno de los días de mi vida.

Mamá, tú que siempre has estado conmigo, tú que me llevaste nueve meses en tu vientre y que desde ahí ya acariciabas mi frágil cuerpo, ahora quiero decirte lo mucho que significas para mí. Tu corazón es pura bondad. Tus hijos siempre hemos sido tu primera prioridad, y tus consejos nos adelantan camino.

Sé cuánto sufres por la maldita distancia y me gustaría de corazón que así no fuese. Sin embargo, yo estaré bien y si tú estás bien. Sabes mejor que nadie que hay que afrontar la adversidad con entereza, y que la lucha siempre tiene recompensa.

Tú que siempre has huido de las últimas tecnologías, ahora tienes que adaptarte a tu Tablet y aprender a relacionarte con el Skype para no perder el contacto diario. Sé que el lenguaje de las madres va más allá de las palabras, y que un gesto o una mirada siempre han sido suficientes para que supiésemos lo mucho que nos querías. Gracias por el esfuerzo diario para que la distancia solo sume kilómetros entre ciudades y no entre corazones.

Mamá, sé que ya soy adulto, pero tú me has enseñado a ser sensible. Esa sensibilidad que tanto me ayuda en mi trabajo y en mi vida diaria, me pone muchas veces triste y otras veces alegre, pero a fin de cuentas la vida es para sentirla. Echo de menos que me consientas como cuando era un niño, y ahora más que nunca tu ternura, tu calor. Necesito tus consejos, necesito saber que estás bien.

Tengo tantas cosas que agradecerte…Gracias por llevarme junto a ti nueve meses, por darme tu sangre, por darme el pecho, por darme tu espacio y tu tiempo y en definitiva por darme la VIDA.

Le doy gracias a Dios por el inmenso regalo que es teneros a los dos. Gracias por vuestro amor incondicional y por aceptarme con mis virtudes y defectos. Hoy, que soy adulto y padre, soy más consciente que nunca del trabajo y la dedicación que habéis tenido conmigo. Estoy infinitamente agradecido.

Desde muy pequeño habéis sido vosotros los que me habéis consolado, así que dejadme que hoy que sea yo el que os consuele a vosotros y os diga que estoy bien. No deseo que sufráis. Os vuelvo a decir que yo estaré bien si vosotros estáis bien. Os pido un poco de paciencia, hemos disfrutado muchas cosas juntos y nos queda mucho por disfrutar.

Hoy os rindo mi mejor homenaje, que va mucho más allá de estas torpes palabras. Seguiré luchando y disfrutando cada día para que podáis seguir orgullos de mí. Porque soy quien soy gracias a vosotros, a vuestras enseñanzas y correcciones. Gracias por enseñarme a elegir el buen camino y por vuestros esfuerzos para hacer de mi la mejor persona posible.

Estoy en deuda contigo Mamá y contigo Papá. Os garantizo que hago todo lo posible para que os sintáis orgullosos de mi cada día. Hago de vuestros consejos, enseñanzas, palabras y emociones, mis herramientas diarias. Y a pesar de todo, siento que os debo una disculpa por las cosas que hago mal, por los disgustos, enfados, caprichos y derroches. Perdón por esos momentos que la distancia a veces magnifica.

Muchísimas gracias por ser como sois. Pase lo que pase os quiero y os respeto. Estaré siempre agradecido por todo lo que habéis hecho y hacéis por mí. Pero ahora, desde Györ, necesito saber que estáis bien, de esa forma todo será más llevadero.

 “MAMÁ, PAPÁ OS QUIERO”

 La distancia nunca supone el olvido cuando los sentimientos intervienen entre los corazones. La distancia, sin embargo, nos hace conscientes de lo importante y rompe las cadenas que, a menudo, impiden decirles a las personas en nuestra vida lo importantes que son y cuánto les debemos. Me quedo con este pensamiento optimista.

Me gustaría, por último, animar a todos los que por uno u otro motivo han tenido que irse, como yo, lejos de todo lo que aman. Hoy jugamos el partido fuera, pero lo debemos disfrutar con igual gratitud.

bautizo2

Publicado 20 enero, 2014 en Distancia

Dejar un comentario

Back to Top