La Navidad vuelve a llegar como cada final de año. Las calles se engalanan y la gente se reúne para conmemorar eventos familiares y de amistad. Mañana la familia se junta para pasar la noche y justo una semana después lo harán otra vez.
La Navidad es una época de anhelos, ilusiones, esperanza, pero también de reflexión. Es un gran momento para cambiar y hacer que nuestra vida brille para los demás. No es momento solo de regalos, fiestas, viajes, comidas o cenas, sino también para dar lo mejor de uno mismo, hacer una pausa, dejar por un momento nuestra vida agitada por los problemas, dejar a un lado las prisas, las inquietudes, el ir y venir de un lado a otro sin parar, detenerse a pensar en qué hemos fallado, a quiénes hemos ofendido y cuáles han sido los tropiezos que hasta hoy no hemos podido superar. Es decir, para reflexionar en términos generales acerca de todo lo que hemos hecho durante el año. Es el momento de dar a los demás, sin limitaciones, dudas o prejuicios, lo mejor, lo más preciado, lo más valioso y a la vez lo más sencillo, el amor.
El amor se encierra en muchas obras, e implica entregarse, olvidar el orgullo y el rencor y perdonar a aquel que nos hirió. De esa forma, puede sanar el dolor que se lleva dentro permitiendo que fluya de nuevo la paz interior. Basta con una sonrisa, una muestra de cariño, una palabra de aliento o simplemente ofrecer comprensión. Si se da amor se recibe amor, si se da alegría se recibe alegría, si se da consuelo se recibe consuelo, si se da paz se recibe paz, porque la vida misma recompensa. Empecemos hoy, en el presente, y no dejemos pasar ni un solo instante. Empecemos en esta Navidad y nunca olvidemos ser felices.
En nombre de mi familia y el mío propio os deseo unas Felices Fiestas y una buena entrada de año 2014.