Muchas veces en la vida pasamos por momentos difíciles, en los que tenemos que tomar decisiones sobre qué camino tomar, sobre nuestro futuro. Ese fue mi caso la temporada pasada, en la que el Caja Segovia descendió por motivos económicos y no deportivos. Es muy difícil dejar ir aquello con lo que una vez soñaste y finalmente pudiste disfrutar.
Sin embargo, crecemos con las decisiones, tanto si son acertadas como si no lo son. De vez en cuando el camino tomado nos proporciona de nuevo alegrías y nos hace ver que la decisión tomada fue acertada. En ese caso el crecimiento es más sencillo y agradable.
Inclusive, aunque la decisión acabe siendo acertada, algunas veces el propio cambio hace que nos desanimemos ante el pensamiento de un resultado incierto. Esta situación también nos prepara y nos hace crecer para afrontar nuevos retos con más confianza.
Crecer, un verbo común pero con un significado vital. Es un verbo que tengo siempre presente y que intento conjugar en mi vida tanto como puedo. Significa mucho tanto en mi vida personal como profesional.
A veces, el miedo se apodera de nosotros, nos desarma y nos sitúa en un estado de tristeza y desilusión. Nos hace arrojar la toalla al sentir la horrible sensación de que nada nos sale bien. Y entonces tomamos caminos de fácil acceso pero que no nos conducen a ningún sitio, como el abatimiento. En esos momentos nos invade la soledad, y a veces tratamos de evitarla con gente vacía que lo único que produce es un mayor vacío. El dolor, que se esconde detrás de una imagen cargada de elementos superfluos, nos aleja de nosotros mismos y de la lucha por conseguir que nuestros sueños se conviertan en realidad. Y la motivación, que es lo que nos permite luchar por aquello que parece imposible, también desaparece, y con ella la ambición y el entusiasmo.
El camino hacia la felicidad parece estar lleno de obstáculos insuperables, en el que además hay que evitar zancadillas y otro tipo de malas artes. Sin embargo, no nos damos cuenta de que la felicidad depende de nosotros mismos y que ya deberíamos ser felices por el mero hecho de existir, de poder vivir día tras día haciendo lo que más nos gusta en compañía de la familia y amigos.
Cuando las cosas no van bien, el tiempo pasa rápido, como lo hacen los segundos del marcador en un partido que se va perdiendo, o las jornadas de una liga cuando no nos favorece la clasificación. En esos momentos duros, cometemos errores y tratamos de evadirnos de la situación disfrazándonos de algo que no somos. Pero al final, siempre nos reencontramos con nuestros valores. En lo que a mí respecta, echo de menos esas pequeñas cosas y situaciones cotidianas que son sencillamente maravillosas y que la distancia de mi país, familia y amigos, evita. Sin embargo, es necesario pasar por momentos duros para valorar lo que es realmente importante en tu vida. Además, cuando superas esos momentos, creces como persona y como profesional. Creces y ganas en determinación. No es imposible ganar y obtener el éxito sin ambición y determinación, pero es mucho más improbable.
La felicidad es un don que poseemos todos, pero cultivarlo y compartirlo es un hermoso trabajo que implica esfuerzo, dedicación, tiempo y amor, que es en mi opinión el sentimiento más hermoso.
Decidirse a afrontar un reto, por tanto, no es tan malo después de todo. Es conveniente convertir los retos en oportunidades, para demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces de realizar muchas más cosas de las que creemos. Es bueno salir de nuestra zona de confort para probar cosas nuevas, entendiendo que los fallos no son más que parte del proceso de aprendizaje. Quien no ambiciona no falla, pero tampoco crece y progresa. Cuando el miedo nos conquista, conquista nuestro futuro.
Y cuando surjan las críticas, que surgirán, escucha solo la voz de tu conciencia.
Los logros conseguidos por grandes personalidades del mundo del deporte, de la ciencia…, han sido el fruto de una gran determinación, superando circunstancias adversas de todo tipo. Si crees en algo, debes intentarlo con todas tus fuerzas, día y noche. No dejes que las olas bravas del mar de la incertidumbre, ahoguen tus ilusiones. Cada brazada que des, estarás más cerca de la orilla. No importa la fuerza con la que des cada brazada, sino no parar de darlas.
Intentar nuevos retos es mostrar a los demás el carácter que se ha ido forjando en nuestro interior. Es mirar al futuro con optimismo y con el convencimiento de que cuando se le pone corazón al día a día, siempre se obtienen cosas buenas, con independencia del resultado final del reto.
Tanto en la vida como en el deporte, no le damos la misma importancia a lo bueno que a lo malo, y sin embargo, la felicidad se compone de una acumulación de recuerdos. Aprendamos de los errores y crezcamos. No dejemos que la felicidad se componga solo de buenos momentos. Es necesario enfrentarse a dificultades para seguir creciendo y que nuestra felicidad sea más completa.
Ama lo que quieras conseguir, y persevera para obtener aquello que amas.