“Ayer preparé mis maletas con toda la ilusión del mundo para afrontar mi última copa de España; la sensación es la misma que cuando fui a la primera copa en Valencia. Nervios, ilusión, ganas de superarme,….en definitiva todas las sensaciones que siempre me han acompañado en todas las competiciones en las que he tenido el placer de participar. Hoy grandísimo partido para empezar: Barcelona – Ríos Renovables. Que ruede el balón y los focos muestren lo mejor de nuestro deporte. Dar las gracias a todos los que me cargan las pilas día tras día y me empujan con sus muestras de ánimos y deseos.”
Estas fueron las líneas que escribió en su Facebook Roberto Gracia, arbitro madrileño de primera división de futbol sala. Es para mí todo un referente, humilde y profesional y un buen ejemplo para el conjunto de árbitros, jugadores y entrenadores. Es una persona con grandes valores humanos y deportivos, que como sucede a menudo, pasa desapercibido.
Roberto es un árbitro que sorprende. Vive, piensa y sueña con sacar adelante su trabajo de una forma productiva, esforzándose más allá de lo que supone su propio deber. Es feliz con lo que hace hasta el punto de no ver el compromiso asumido con su profesión como una carga, sino como un medio para crecer y perfeccionarse.
Hoy reflexiono sobre él, ya que debido a la normativa, esta temporada dejará de ser árbitro de primera división.
Cualquier apasionado del fútbol sala, fútbol, baloncesto o cualquier otro deporte, daría lo que fuese por convertirse en jugador de su equipo favorito. Ser futbolista es, de hecho, el sueño de miles de niños desde que nacen. Es una profesión divertida y socialmente muy valorada. Sin embargo, me pregunto: ¿quién desea ser árbitro? Si hacemos esta pregunta entre los niños, seguramente encontremos pocas manos que se levantan. El árbitro es una figura que desarrolla su profesión en soledad, más aun de lo que lo hace un entrenador, y que es difícil que caiga bien por todos los campos por los que arbitra. La sociedad tiene la mala costumbre de atribuirle la responsabilidad de la derrota de su equipo. Siempre es el culpable de todo en un campo de fútbol y a lo máximo que puede aspirar es a la indiferencia y el silencio, en el caso de que su papel no sea determinante.
En éste mundo, que muchos consideramos “civilizado”, por desgracia, a veces nos encontramos con actuaciones que nos avergüenzan, comportamientos que, más allá de la rabia e impotencia que nos producen, nos hacen reflexionar sobre la actitud cívica de los que llamamos semejantes, de los que se hacen llamar “personas”. Y es que siempre que se habla de los árbitros de cualquier deporte, es con motivo de algún “daño irreparable” provocado por algún incidente en su desempeño profesional. Yo mismo, erróneamente, lo he pensado en alguna ocasión, y no me siento orgulloso por ello.
De igual manera que los futbolistas, los árbitros son deportistas y por tanto una pieza más del deporte. Adoran su deporte, se esfuerzan y entrenan duro para cumplir sus objetivos. Tienen unas reglas y normas que cumplir. Obviamente no les gusta fallar, y por desgracia, partido tras partido, son sometidos a críticas, presiones, insultos, amenazas e incluso en algunos casos, no muy lejanos en el tiempo, sufren agresiones.
Estas noticias, que escandalizan a la opinión pública, no hace falta que vayamos a buscarlas a un partido de primera división, ya que conviven con nosotros en cualquier partido de fútbol base. Y en el fondo todos somos un poco responsables. Los padres a menudo se comportan de forma exaltada y frenética desde la grada, insultando a jugadores rivales, a los otros padres y, como no, a los árbitros. Los propios jugadores también se aprovechan de la soledad del árbitro y del amparo de sus padres y aficionados de la grada, para hacerles la vida imposible a los colegiados. Y los entrenadores también les faltamos el respeto en algunos casos y en otros casos les desafiamos. Y por último no hay que olvidarse de los profesionales, que semana sí y semana también “denuncian” robos de puntos por parte de los árbitros, dejándolos como los únicos responsables del resultado final. Por desgracia yo también lo hecho, en lugar de mirar primero las estadísticas de mi equipo y ver quien había fallado mas, si los jugadores y yo, o el árbitro.
Sin embargo, muy pocos se han atrevido a reflexionar acerca de la importancia del árbitro en el fútbol sala, futbol, baloncesto…, ese ser que siempre es abucheado, silbado y hasta insultado, incluso antes de que salte a la cancha. El árbitro es parte fundamental de este deporte, es el que controla y regula, en gran medida, el partido y, con él, el ánimo de los jugadores para que los partidos puedan transcurrir con la mayor normalidad posible. Sin el árbitro todo sería muy diferente.
Quejarse públicamente de forma exagerada del arbitraje es una estrategia que hemos usado todos para excusarnos de nuestros errores y derrotas.
Ahora bien… ¿Por qué esta falta de respeto?
Todo en este deporte se decide por fallos y aciertos personales. Todo depende de que mi jugador haga la jugada imposible o de que mi defensor saque, bajo palos, el mejor tiro del rival. Esto es la gracia y la chispa del fútbol. Por eso a los árbitros hay que defenderlos y respetarlos. Son parte del juego y también aciertan y se equivocan. Las equivocaciones son parte de la esencia del deporte y a menudo nos centramos solo en los aciertos. Fallan los jugadores, fallan los árbitros y también nos equivocamos los entrenadores. Sin jugadores, sin entrenadores y sin árbitros, no habría competición.
Roberto se te va echar mucho de menos. Gracias por lo que has dado a nuestro deporte, gracias por hacerme ver con tu elegancia y dialogo lo que es el respeto y la ética deportiva. Espero que de otra forma sigas dando clases magistrales desde la humildad que te caracteriza. Y muchas gracias por hacerme ver y entender que el árbitro es un compañero y un deportista más.
Un abrazo enorme.